En una sociedad en la que la monotonía ocupa un lugar primordial en la orientación de nuestros sentidos y el desgano es nuestra primera carta a tirar, aun existen personas cuyas caras se caen de la vergüenza ante tantas atrocidades que se viven a diario y que son publicadas en nuestros medios de comunicación.
¿Dónde está ese espíritu patriótico, democrático y liberal del siglo XIX?
Estamos convencidos de que la permisividad, la injusticia, la falta de equidad son los ingredientes principales en la formación de generaciones calladas, indiferentes y poseídas por la negatividad y desesperanza. La ausencia de esperanza se le ha implantado a los dominicanos; con tiranías como la de Trujillo y luego los Gobiernos sangrientos de Joaquín Balaguer, desapareció más de una generación que se había enfrascado en la lucha por conquistas sociales, que aun esperamos alcanzar.
Esta sociedad no es la planificada por los Trinitarios. No es la que Duarte concibió. En su ideario el Patricio dice “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones.” Y hoy, más de un siglo después, sigue siendo ese nuestro punto débil como sociedad: la falta de justicia, la desigualdad e indiferencia con la que nuestros gobernantes insisten en mantener sus privilegios a flote.
Para indignarnos hay que recordar aquella sociedad en la que todos tendríamos igualdad de oportunidades y en la que participemos de cada acción involucrándonos en los hechos y peleando de cara a las consecuencias venideras. El progreso y la democracia deben escribirse en “MAYUSCULAS”, pues hace falta gritarlas a viva voz para empezar a producir cambios positivos.
Es importante destacar el hecho de que todos vivimos en el mejor tiempo para indignarse, en nuestras manos tenemos todos los mecanismos para transformar ideales en acciones que empujen a esta sociedad hacia una cima proactiva. Tenemos acceso a herramientas que escudriñan cada rincón del mundo y llegan a todos los dialectos, religiones y políticas del planeta. Con un solo “clic” difundimos un pensamiento que puede cambiarlo todo.
Movimientos como los que impidieron la instalación de una cementera en Los Haitises, o el que exige asignar 4% a la educación, por una causa fundamental, pedir que se cumpla la ley y que gocemos de una educación digna para todos los dominicanos, devuelven esperanza, nos motivan a dar una mirada a la posibilidad de un futuro en el que mejores ciudadanos, formados en valores, empujen esta nación.
¿Por qué indignarse? A nuestro alrededor están las respuestas y Stephane Hessel en su artículo Indignez Vous! Invita a autocuestionarnos, hice el ejercicio conmigo misma y la lista es descomunal. ¡Cuanta indignación!
Haciendo una mirada en retrospectiva y evaluando mis propias opiniones de diversos temas que están sobre el tapete, descubrí una herida oculta, me duele cuando nos hacemos los ciegos y sordos ante tanto abuso y corrupción, exigiendo como nadie derechos cuando no hemos cumplido un solo de los deberes que nos corresponden.
Intrigada con el tema escribí la palabra INDIGNACION en una hoja de papel y la fui pasando por mis compañeros de trabajo, los cuales accedieron a colocar debajo la primera palabra o frase que le llegara a la mente, al final tenia muchísimas historias y anécdotas resumidas en palabras, todas coincidían, la mayoría estaban repetidas lo que significa que es una problemática que nos duele a todos por igual, palabras como: abusos, pobreza, funcionarios, seguridad social, pensiones, política, 4%, religiones, injusticias, desempleo, botellas, entre otras que, sin lugar a duda, describen la situación actual de un país que necesita voces, pero fuertes, que sean muchas, que se hagan escuchar.
THEMYSALESKA FEBRIEL TATIS 2008-0583
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